Sexo en Bali.
Las mujeres primero.
¡Enhorabuena, mujeres feas de España y del mundo entero! Las que no han sido agraciadas por la naturaleza, y no miro a ningún pueblo de España en particular..., ya no tienen por qué estar solas. La solución existe y se encuentra en la exótica isla de Bali.
Dios aprieta, pero no ahoga. El Altísimo ha
querido crear en este planeta, un lugar donde hasta la más fea pueda folgar a
sus anchas, sin ser mirada con desprecio y altivez.
“Turismo sexual”, dos palabras que nos evocan, casi irremediablemente, la imagen de un hombre de cierta edad, barrigudo, acompañado de una joven que ocupa, en peso y volumen, una cuarta parte de éste. Pero hete aquí, que habrá que empezar a cambiar los clichés.
En el momento en que escribo estas líneas, me encuentro en la isla indonesia de Bali. Aquí, el promotor del turismo sexual es la mujer. ¡Oh sorpresa! Pues sí, así es, y de ello soy testigo, y no un testigo mudo.
Por esta zona del planeta, es por todos bien
sabido que las féminas occidentales, en especial las australianas, por simple
proximidad geográfica, vienen a buscar lo que no encuentran en sus respectivos
países. He de decir que en el caso de algunas, no es de extrañar que deban
recurrir a lugares como éste, aunque se debe reconocer que no son la inmensa
mayoría.
¿Por qué hay que referirse siempre al hombre a la
hora de hablar de dicha actividad lúbrica?
Claro... La mujer es más sibilina y lo que ella practica no es “turismo sexual”, lo que hace es ligar en sus vacaciones.
¿Y qué dicen las feministas más radicales respecto al asunto? Callan como putas. Dicen lo mismo que cuando aparece en nuestras pantallas algún anuncio en el que se degrada y humilla al hombre: NADA.
Me viene a la memoria el anuncio de los
electrodomésticos Siemens. ¿Alguien ha protestado por el trato que se le da al
hombre?
Volviendo al tema que nos ocupa, observo una doble moral. Si quien se divierte ayuntándose con indígenas, es una mujer, se trata de un divertimento. Si el que lo hace es un hombre entonces hablamos de abusos y trato vejatorio y discriminatorio.
También nos encontramos con el
curioso hecho de que si la protagonista activa es femenina, está satisfaciendo
sus necesidades físicas y mentales, pero si se trata de un hombre, pasamos a
hablar de un malvado ser que da rienda suelta a sus más bajos instintos.
¿No es extraño que un mismo hecho se vea desde
perspectivas tan distintas? ¿Es justo?
Lo que tal vez no sepan o no quieran saber, las protagonistas de este artículo, es que esos aguerridos muchachos, todo músculo, larga cabellera ondulada y de color azabache, sonrisa Profidén y piel morena curtida por el sol tropical, las encandilan como a pobres incautas que son, porque ellas son el visado de salida para huir de su miseria.
Me recuerda mucho la situación a la de España en los años 70, cuando comenzaban a llegar al suelo patrio aquellas esbeltas nórdicas, rubias y de ojos claros que buscaban en época estival yacer con los machos ibéricos de entonces. ¡Qué tiempos aquellos en los que se efectuaban intercambios de fluidos corporales sin barreras de látex!
Si bien, aunque aparentemente similares, media un
abismo entre el caso balines y el hispano. La diferencia más significativa y
evidente, estriba en que el español de entonces no buscaba en la relación
compensación alguna, la recompensa era el acto en sí. Aquí, en Bali, de un modo
u otro, tarde o temprano, la mujer paga religiosamente el peaje por haber
accedido carnalmente a lo que hasta entonces no era más que un onírico personaje
que residía en lo más profundo de su fantasía lujuriosa.
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